Un raro olvido se ha extendido durante demasiado
tiempo sobre el Martirologio español, sin precedentes en la Historia de
la Iglesia. Cada una de las 6.832 víctimas religiosas contabilizadas
(Antonio Montero, "Historia de la persecución religiosa en España, 1936-1939". Madrid, BAC, 1961), así como las no contabilizadas y cada
uno de los miles de seglares que alcanzaron la palma imperecedera son un
tesoro de gracias que derraman sobre todos los hombres, pero
especialmente sobre nuestra patria, inagotables torrentes espirituales.
Quizás su olvido tenga relación directa con el
estado de postración espiritual de nuestra patria. Olvido que pareciese
arrancar desde muy pronto, y que es visible tanto en una
proporcionalmente escasa obra literaria al respecto, como en una extraña
ausencia en una producción cinematográfica que, aparentemente, gozó de inmejorables condiciones para que pudiesen florecer este tipo
de producciones.
Es chocante que sólo en 1992 se reconociese la
santidad de nuestros protagonistas, y que hayan tenido que pasar 77 años
para que, de la mano de una modesta productora con sede en Ciudad Rodrigo, por primera vez hayamos podido ver rescatada su memoria en la
gran pantalla, centrada en el martirio de los 51 afortunados de
Barbastro. Sus promotores, según contaba la Revista "Vida Nueva" en
febrero de 2013, quedaron conmocionados cuando conocieron su historia en
un curso de Comunicación que impartieron en dicha localidad. Dirigida
por Pablo Moreno, guión de Juanjo Díaz Polo y bajo el sello de
Contracorriente Producciones, la película nos muestra a la Comunidad
Claretiana de Barbastro, que el 18 de julio de 1936 acoge a 39
estudiantes seminaristas tras sus muros, confiada en las promesas de un
militar pusilánime, y sin posibilidad de huida en una población que se
entrega sin lucha a las milicias anarquistas de CNT-FAI.
Las deficiencias inherentes a una producción modesta
de este tipo se concentran sobre todo en su primer tercio, que hacen
principiar una cierta impaciencia en el espectador, pero a partir de ese
momento la escenografía, la fotografía, el ritmo de la cinta, la
interpretación, van ascendiendo, hasta culminar en su último tercio en
momentos que no dudamos en calificar de extraordinarios, y que no
recordamos haber visto nunca ni en el cine español, ni en el occidental,
en general (si alguien nos puede indicar alguna película similar, se lo
agradeceremos).
La caracterización de los personajes es buena,
siendo en nuestra opinión la mejor conseguida la de los milicianos de la
FAI, y quedando impreso en el espectador de forma imborrable el proceso
de paulatina, serena, y finalmente alegre y heróica aceptación del
destino colectivo de los 39 jóvenes seminaristas, que golpea
profundamente a todo aquel que se quiera dejar golpear.
No queremos detallar el contenido concreto de la
película, para que cada uno descubra por sí mismo la historia oculta de
los mártires prohibidos, que de forma clarividente consiguieron ver el
sentido de su sacrificio, sino solamente decir que cualquier católico
español debería verla sin dudarlo, no sólo por su valor cinematográfico,
sino sobre todo por su valor espiritual. Por fin alguien ha llevado al
cine los acontecimientos que regaron el suelo español de mártires en
1936, por lo que transmitimos a Contracorriente Producciones nuestro
agradecimiento y enhorabuena, esperando que esto sea sólo el principio
del rescate de nuestra memoria olvidada.
Nos extraña sobremanera no haber visto muchos ni
grandes elogios a esta cinta en los medios eclesiales, que esperamos
sean solamente derivados de su aún reciente estreno.
Cerramos,
como no puede ser de otra manera, enumerando a los héroes
bienaventurados y brindando por ellos, como hace en un momento
culminante de la cinta el líder del Comité Anarquista de Barbastro (http://www. martiresdebarbastro.org/es/ quienes-fueron.html):
Monseñor Florentino Asensio, Obispo.
Felipe de Jesús Munárriz,
José Amorós,
José Badía,
Juan Baixeras,
Javier L. Bandrés,
José Blasco,
José Brengaret,
Rafael Briega,
Manuel Buil,
Antolín Calvo,
Sebastián Calvo,
Tomás Capdevila,
Esteban Casadeval,
Francisco Castán,
Wenceslao Claris,
Eusebio Codina,
Juan Codinach,
Pedro Cunill,
Gregorio Chirivas,
Antonio Dalmau,
Juan Díaz,
Juan Echarri,
Luis Escalé,
José Falgarona,
José Figuero,
Pedro García,
Ramón Illa,
Luis Lladó,
Hilario Llorente,
Manuel Martínez,
Luis Masferrer,
Miguel Masip,
Alfonso Miquel,
Ramón Novich,
José Ormo,
Secundino Ortega,
José Pavón,
Faustino Pérez,
Leoncio Pérez,
Salvador Pigem,
Sebastián Riera,
Eduardo Ripoll,
José Ros,
Francisco Roura,
Teodoro Ruiz de Larrinaga,
Juan Sánchez,
Nicasio Sierra,
Alfonso Sorribes,
Manuel Torras,
Atanasio Viadaurreta
y Agustín Viela.
Rogad por nosotros, rogad por España.
Y
a nuestros amigos argentinos decirles que fue gracias a dos
seminaristas de Barbastro que fueron puestos en libertad por tratarse de
ciudadanos súbditos argentinos que el testimonio de lo sucedido llegó a
Roma y se difundió por el orbe cristiano: Atilio-Cecilio Parussini Sof,
natural de Rosario, Santa Fe, de 22 años, y Pablo Hall Fritz, natural
de Cuatraché, de 25 años. Esperamos que algún día puedan verla también.