martes, 9 de julio de 2013

Los mártires prohibidos

Un raro olvido se ha extendido durante demasiado tiempo sobre el Martirologio español, sin precedentes en la Historia de la Iglesia. Cada una de las 6.832 víctimas religiosas contabilizadas (Antonio Montero, "Historia de la persecución religiosa en España, 1936-1939". Madrid, BAC, 1961), así como las no contabilizadas y cada uno de los miles de seglares que alcanzaron la palma imperecedera son un tesoro de gracias que derraman sobre todos los hombres, pero especialmente sobre nuestra patria, inagotables torrentes espirituales. 

Quizás su olvido tenga relación directa con el estado de postración espiritual de nuestra patria. Olvido que pareciese arrancar desde muy pronto, y que es visible tanto en una proporcionalmente escasa obra literaria al respecto, como en una extraña ausencia en una producción cinematográfica que, aparentemente, gozó de inmejorables condiciones para que pudiesen florecer este tipo de producciones.

Es chocante que sólo en 1992 se reconociese la santidad de nuestros protagonistas, y que hayan tenido que pasar 77 años para que, de la mano de una modesta productora con sede en Ciudad Rodrigo, por primera vez hayamos podido ver rescatada su memoria en la gran pantalla, centrada en el martirio de los 51 afortunados de Barbastro. Sus promotores, según contaba la Revista "Vida Nueva" en febrero de 2013, quedaron conmocionados cuando conocieron su historia en un curso de Comunicación que impartieron en dicha localidad. Dirigida por Pablo Moreno, guión de Juanjo Díaz Polo y bajo el sello de Contracorriente Producciones, la película nos muestra a la Comunidad Claretiana de Barbastro, que el 18 de julio de 1936 acoge a 39 estudiantes seminaristas tras sus muros, confiada en las promesas de un militar pusilánime, y sin posibilidad de huida en una población que se entrega sin lucha a las milicias anarquistas de CNT-FAI.

Las deficiencias inherentes a una producción modesta de este tipo se concentran sobre todo en su primer tercio, que hacen principiar una cierta impaciencia en el espectador, pero a partir de ese momento la escenografía, la fotografía, el ritmo de la cinta, la interpretación, van ascendiendo, hasta culminar en su último tercio en momentos que no dudamos en calificar de extraordinarios, y que no recordamos haber visto nunca ni en el cine español, ni en el occidental, en general (si alguien nos puede indicar alguna película similar, se lo agradeceremos).

La caracterización de los personajes es buena, siendo en nuestra opinión la mejor conseguida la de los milicianos de la FAI, y quedando impreso en el espectador de forma imborrable el proceso de paulatina, serena, y finalmente alegre y heróica aceptación del destino colectivo de los 39 jóvenes seminaristas, que golpea profundamente a todo aquel que se quiera dejar golpear.

No queremos detallar el contenido concreto de la película, para que cada uno descubra por sí mismo la historia oculta de los mártires prohibidos, que de forma clarividente consiguieron ver el sentido de su sacrificio, sino solamente decir que cualquier católico español debería verla sin dudarlo, no sólo por su valor cinematográfico, sino sobre todo por su valor espiritual. Por fin alguien ha llevado al cine los acontecimientos que regaron el suelo español de mártires en 1936, por lo que transmitimos a Contracorriente Producciones nuestro agradecimiento y enhorabuena, esperando que esto sea sólo el principio del rescate de nuestra memoria olvidada.

Nos extraña sobremanera no haber visto muchos ni grandes elogios a esta cinta en los medios eclesiales, que esperamos sean solamente derivados de su aún reciente estreno.

Cerramos, como no puede ser de otra manera, enumerando a los héroes bienaventurados y brindando por ellos, como hace en un momento culminante de la cinta el líder del Comité Anarquista de Barbastro (http://www.martiresdebarbastro.org/es/quienes-fueron.html):

Monseñor Florentino Asensio, Obispo.
Felipe de Jesús Munárriz, 
José Amorós, 
José Badía, 
Juan Baixeras, 
Javier L. Bandrés, 
José Blasco, 
José Brengaret, 
Rafael Briega, 
Manuel Buil, 
Antolín Calvo, 
Sebastián Calvo, 
Tomás Capdevila, 
Esteban Casadeval, 
Francisco Castán, 
Wenceslao Claris, 
Eusebio Codina, 
Juan Codinach, 
Pedro Cunill, 
Gregorio Chirivas, 
Antonio Dalmau, 
Juan Díaz, 
Juan Echarri, 
Luis Escalé, 
José Falgarona, 
José Figuero, 
Pedro García, 
Ramón Illa, 
Luis Lladó, 
Hilario Llorente, 
Manuel Martínez, 
Luis Masferrer, 
Miguel Masip, 
Alfonso Miquel, 
Ramón Novich, 
José Ormo, 
Secundino Ortega, 
José Pavón, 
Faustino Pérez, 
Leoncio Pérez, 
Salvador Pigem, 
Sebastián Riera, 
Eduardo Ripoll, 
José Ros, 
Francisco Roura, 
Teodoro Ruiz de Larrinaga, 
Juan Sánchez, 
Nicasio Sierra, 
Alfonso Sorribes, 
Manuel Torras, 
Atanasio Viadaurreta 
y Agustín Viela.

Rogad por nosotros, rogad por España.

Y a nuestros amigos argentinos decirles que fue gracias a dos seminaristas de Barbastro que fueron puestos en libertad por tratarse de ciudadanos súbditos argentinos que el testimonio de lo sucedido llegó a Roma y se difundió por el orbe cristiano: Atilio-Cecilio Parussini Sof, natural de Rosario, Santa Fe, de 22 años, y Pablo Hall Fritz, natural de Cuatraché, de 25 años. Esperamos que algún día puedan verla también.