martes, 9 de julio de 2013

Los mártires prohibidos

Un raro olvido se ha extendido durante demasiado tiempo sobre el Martirologio español, sin precedentes en la Historia de la Iglesia. Cada una de las 6.832 víctimas religiosas contabilizadas (Antonio Montero, "Historia de la persecución religiosa en España, 1936-1939". Madrid, BAC, 1961), así como las no contabilizadas y cada uno de los miles de seglares que alcanzaron la palma imperecedera son un tesoro de gracias que derraman sobre todos los hombres, pero especialmente sobre nuestra patria, inagotables torrentes espirituales. 

Quizás su olvido tenga relación directa con el estado de postración espiritual de nuestra patria. Olvido que pareciese arrancar desde muy pronto, y que es visible tanto en una proporcionalmente escasa obra literaria al respecto, como en una extraña ausencia en una producción cinematográfica que, aparentemente, gozó de inmejorables condiciones para que pudiesen florecer este tipo de producciones.

Es chocante que sólo en 1992 se reconociese la santidad de nuestros protagonistas, y que hayan tenido que pasar 77 años para que, de la mano de una modesta productora con sede en Ciudad Rodrigo, por primera vez hayamos podido ver rescatada su memoria en la gran pantalla, centrada en el martirio de los 51 afortunados de Barbastro. Sus promotores, según contaba la Revista "Vida Nueva" en febrero de 2013, quedaron conmocionados cuando conocieron su historia en un curso de Comunicación que impartieron en dicha localidad. Dirigida por Pablo Moreno, guión de Juanjo Díaz Polo y bajo el sello de Contracorriente Producciones, la película nos muestra a la Comunidad Claretiana de Barbastro, que el 18 de julio de 1936 acoge a 39 estudiantes seminaristas tras sus muros, confiada en las promesas de un militar pusilánime, y sin posibilidad de huida en una población que se entrega sin lucha a las milicias anarquistas de CNT-FAI.

Las deficiencias inherentes a una producción modesta de este tipo se concentran sobre todo en su primer tercio, que hacen principiar una cierta impaciencia en el espectador, pero a partir de ese momento la escenografía, la fotografía, el ritmo de la cinta, la interpretación, van ascendiendo, hasta culminar en su último tercio en momentos que no dudamos en calificar de extraordinarios, y que no recordamos haber visto nunca ni en el cine español, ni en el occidental, en general (si alguien nos puede indicar alguna película similar, se lo agradeceremos).

La caracterización de los personajes es buena, siendo en nuestra opinión la mejor conseguida la de los milicianos de la FAI, y quedando impreso en el espectador de forma imborrable el proceso de paulatina, serena, y finalmente alegre y heróica aceptación del destino colectivo de los 39 jóvenes seminaristas, que golpea profundamente a todo aquel que se quiera dejar golpear.

No queremos detallar el contenido concreto de la película, para que cada uno descubra por sí mismo la historia oculta de los mártires prohibidos, que de forma clarividente consiguieron ver el sentido de su sacrificio, sino solamente decir que cualquier católico español debería verla sin dudarlo, no sólo por su valor cinematográfico, sino sobre todo por su valor espiritual. Por fin alguien ha llevado al cine los acontecimientos que regaron el suelo español de mártires en 1936, por lo que transmitimos a Contracorriente Producciones nuestro agradecimiento y enhorabuena, esperando que esto sea sólo el principio del rescate de nuestra memoria olvidada.

Nos extraña sobremanera no haber visto muchos ni grandes elogios a esta cinta en los medios eclesiales, que esperamos sean solamente derivados de su aún reciente estreno.

Cerramos, como no puede ser de otra manera, enumerando a los héroes bienaventurados y brindando por ellos, como hace en un momento culminante de la cinta el líder del Comité Anarquista de Barbastro (http://www.martiresdebarbastro.org/es/quienes-fueron.html):

Monseñor Florentino Asensio, Obispo.
Felipe de Jesús Munárriz, 
José Amorós, 
José Badía, 
Juan Baixeras, 
Javier L. Bandrés, 
José Blasco, 
José Brengaret, 
Rafael Briega, 
Manuel Buil, 
Antolín Calvo, 
Sebastián Calvo, 
Tomás Capdevila, 
Esteban Casadeval, 
Francisco Castán, 
Wenceslao Claris, 
Eusebio Codina, 
Juan Codinach, 
Pedro Cunill, 
Gregorio Chirivas, 
Antonio Dalmau, 
Juan Díaz, 
Juan Echarri, 
Luis Escalé, 
José Falgarona, 
José Figuero, 
Pedro García, 
Ramón Illa, 
Luis Lladó, 
Hilario Llorente, 
Manuel Martínez, 
Luis Masferrer, 
Miguel Masip, 
Alfonso Miquel, 
Ramón Novich, 
José Ormo, 
Secundino Ortega, 
José Pavón, 
Faustino Pérez, 
Leoncio Pérez, 
Salvador Pigem, 
Sebastián Riera, 
Eduardo Ripoll, 
José Ros, 
Francisco Roura, 
Teodoro Ruiz de Larrinaga, 
Juan Sánchez, 
Nicasio Sierra, 
Alfonso Sorribes, 
Manuel Torras, 
Atanasio Viadaurreta 
y Agustín Viela.

Rogad por nosotros, rogad por España.

Y a nuestros amigos argentinos decirles que fue gracias a dos seminaristas de Barbastro que fueron puestos en libertad por tratarse de ciudadanos súbditos argentinos que el testimonio de lo sucedido llegó a Roma y se difundió por el orbe cristiano: Atilio-Cecilio Parussini Sof, natural de Rosario, Santa Fe, de 22 años, y Pablo Hall Fritz, natural de Cuatraché, de 25 años. Esperamos que algún día puedan verla también.

lunes, 27 de mayo de 2013

Parece que sin muceta también se puede ejercer la autoridad petrina

¿Qué es más importante, que un Papa lleve muceta o que ejerza su autoridad petrina? Los cuatro últimos papas anteriores a Francisco llevaban muceta, pero sólo excomulgaron a los lefebvrianos. Ahora Roma, con un Papa desmucetado, ha instado a un Obispo a apartar a un sacerdote de la comunión de la Iglesia por ser masón (Ver noticia: Párroco francés excomulgado por ser masón). Llama la atención que el hecho pase tan desapercibido para aquellos tradicionalistas que miran con lupa lo que hace el Papa Francisco en busca de cualquier detalle digno de su menosprecio.

Parece fácil fijarse en los ornamentos que lleva Francisco o en sus homilías en Santa Marta para afearle su falta de solemnidad. Lo que no parece fácil, si no muy difícil, es ignorar el hecho de que, al fin, un cura masón sea apartado de su ministerio y de la comunión eclesial. Sí, realmente tiene mérito fijarse en los zapatos y no ver hacia donde se dirige el báculo.

domingo, 7 de abril de 2013

Papolatrías


El mayor mal que corroe y amenaza a la fe católica hoy día es la “exterioridad”, el mismo mal al que sucumbió la Sinagoga. P. Leonardo Castellani.
Hace unos años, cuando Benedicto XVI visitó España para clausurar en Valencia el Encuentro Mundial de las Familias, entrevistaron en televisión a una fiel que, entusiasmada, asistía al acto:
-        ¿Qué significa para usted el Papa?
-        Es Dios en la tierra.
Evidentemente, la bienintencionada respuesta de la mujer era un disparate. El Papa no es Dios, ni tampoco un semidios. Es un ser humano, de carne y hueso, al que se le encomienda la tarea de representar a Dios para confirmar en la fe a sus hermanos y gobernar la Iglesia. Sabemos que será asistido desde Arriba para guardar y enseñar la fe y sus mandamientos, y que contamos con su infalibilidad para ello en unas condiciones muy concretas. Pero el resto de su gobierno y decisiones no son infalibles. Por eso, la reciente obsesión por ver al Papa como un ser perfecto en sus hechos es tan perjudicial: por irreal. Desde esta perspectiva se tiende a ver cada gesto y palabra suyo, por superficial que sea, como un acto infalible. En el fondo le están exigiendo al Sumo Pontífice que sea poco menos que un ángel, lo que acaba justificando todo error que pueda cometer el Papa. Confunden la infalibilidad papal cuando el Romano Pontífice habla ex cathedra para enseñar a los fieles o defender una verdad de fe, con la indefectibilidad en cada momento de un superhéroe, cuando el Papa no es un supermán. Que se lo digan a San Pedro, tan fiero y frágil a la vez. Es decir, tan humano.
Ahora bien, entre los autodenominados tradicionalistas, los más críticos con esta papolatría, hay una tendencia que parece exigirle al Papa la misma capacidad de actuar de manera perfecta e inmaculada. En este caso no ven cada palabra y gesto suyo como infalible, sino que le exigen tal perfección en las cosas accidentales a su cargo que, cuando se equivoca, o simplemente no actúa acorde a sus gustos, ya es visto como sospechoso de heterodoxia. El fondo resulta, irónicamente, el mismo que el de sus denostados papólatras: el Papa tiene que actuar de manera indefectible siempre, nunca se ha de equivocar ni en lo que Dios mismo le permite equivocarse. La diferencia es que los primeros deciden ponerse una venda en los ojos y aceptar cada hecho que venga de Roma como perfecto, mientras los tradicionalistas ven tambalearse la Iglesia y la promesa de Cristo a Pedro porque su Sucesor meta la pata en lo que no tiene garantizada la infalibilidad o, simplemente, no haga lo que ellos consideran que debe hacer. El Papa es perfecto, asumen unos; el Papa debe ser perfecto, pretenden los otros.
Resulta que el Papa Francisco, como sus predecesores, es humano. Y encima argentino, que es el colmo de la humanidad. Así que, dentro de lo que pueda doler, cometerá errores en aquello que no atañe a la salvaguarda de la fe. Alguno posiblemente ha cometido ya, como en el famoso lavatorio de los pies a dos mujeres y una musulmana en Semana Santa, con la añadida explicación cogida con alfileres de Lombardi.
Sin embargo, nadie puede decir que Francisco haya enseñado hasta ahora una falsa doctrina, que haya deformado la fe o el mensaje de Jesucristo. Al contrario, ha supuesto una ráfaga de aire fresco su acento en la infinita Misericordia Divina, en la caridad al prójimo, especialmente los más débiles y necesitados, así como su cercanía al pueblo sencillo o su recuerdo a los cardenales de que quien no reza a Dios reza al Demonio.
Lo chocante es que ciertos tradicionalistas se le hayan echado encima porque saliera a la logia de San Pedro sin muceta, porque no vive en los apartamentos pontificios, porque la liturgia en sus Misas no está tan cuidada como con Benedicto, porque el pectoral que lleva no es de oro… Es decir, porque no hace acopio de determinados gestos y símbolos, lo cual, según los tradicionalistas, desvelaría un mal fondo, una impostura. Más curioso aún resulta que ante sus impecables homilías en Semana Santa éstos mismos guarden silencio, aunque raudos acudieran a menospreciar sus apuntes del discurso que dio en el precónclave. El afán de agarrarse a los símbolos y ciertas costumbres se queda mudo cuando el Santo Padre habla como nos habla el Evangelio. ¿Será que sus discursos y sermones no pueden ser merecedores de aprecio mientras no cumpla con las tradiciones menores y los signos externos que ha dado de lado? ¿Desde cuándo esos símbolos exteriores son la prueba de que el Vicario de Cristo enseña la Verdad? Si el tradicionalismo consiste en esta actitud, cabe preguntar qué es la Tradición para los tradicionalistas. Cuando menos resulta enigmático.
En este sentido, son muy sugerentes algunas palabras del Papa Francisco en la homilía de la Vigilia Pascual:
 A menudo la novedad nos da miedo, también la novedad que Dios nos trae, la novedad que Dios nos pide. Somos como los Apóstoles del Evangelio: muchas veces preferimos mantener nuestras seguridades, pararnos ante una tumba, pensando en el difunto (…). Tenemos miedo de las sorpresas de Dios.
(…) Jesús no está muerto, ha resucitado, es el Viviente (…). Jesús ya no es el pasado, sino que vive en el presente y está proyectado hacia el futuro, Jesús es el “hoy” eterno de Dios.

lunes, 1 de abril de 2013

¡¡Feliz Pascua de Resurrección!!


Resurrexit! 
Aleluia!

Gestos populistas

Han sido numerosas -y en principio justificadas- las reacciones a la celebración de la Santa Misa de Jueves Santo en el Instituto Penal de Menores Casal del Marmo por parte del Papa Francisco. En ella, el Pontífice estuvo acompañado de casi cincuenta jóvenes detenidos, a doce les lavó los pies, en un gesto diríamos que posiblemente inédito en un Papa.

En el Instituto Penal 'Casal del Marmo' viven 46 jóvenes, 35 varones y 11 mujeres. De ellos, ocho son italianos y 38 extranjeros, algunos del norte de África y otros eslavos. El centro cuenta con tres edificios, dos destinados a los varones y uno para las mujeres.

Lo cierto es que cuando era arzobispo de Buenos Aires, el Arzobispo Bergoglio ya llevó a cabo gestos similares. Así, en 1999 lavó los pies a doce reclusos de la Cárcel de Devoto, esta vez todos hombres.

"Quien está en lo más alto debe servir a los otros”, dijo el Papa argentino. “Esto es un símbolo y un gesto: lavar los pies quiere decir que estoy a tu servicio”; “Piensen que con esta ceremonia de lavarse los pies se demuestra que se está dispuesto a ayudar a los demás. Piensen que es como una caricia de Jesús, porque vino para eso, para ayudarnos”.

Inmediatamente aparecieron las críticas, debidas a la patente contravención de las rúbricas del Misal Romano. En él se estipula claramente que para el rito del lavatorio de los pies se designará únicamente a varones, a imitación del Lavatorio de los Doce Apóstoles.

Sin duda la transgresión de las rúbricas del Misal romano en un Pontífice es asunto grave que no debe dejar de señalarse, y hasta aquí estamos de acuerdo (no tanto en las consecuencias que pretenden extraer algunos de la transgresión).

Pero he aquí que el diario peninsular "El  Mundo" dedica el Viernes Santo un espacio en la portada de su edición impresa para comentar el insólito gesto de Francisco, continuado posteriomente en el interior (página 20). En él, descubrimos algo que modifica sensiblemente el juicio objetivo que pueda merecer tal gesto. Y es que la propuesta de lavar los pies a dos chicas no partió del Papa, y ni siquiera del Vaticano, sino del P. Gaetano Terco, responsable de la institución penitenciaria, cuyas declaraciones se recogen en dicho artículo:

"Cuando propusimos que se lavaran los pies a dos chicas, el Vaticano se negó. Luego se les fue pasando..."

(Nota: la cita no es literal por no tener la edición en papel correspondiente al Viernes Santo delante, pero prácticamente lo es tal y como está en mi memoria, y desde luego, el sentido es el indicado).

Así, resulta que la idea fue de iniciativa particular del P. Gaetano, y en su aceptación final podemos suponer razonablemente que intervinieron otras personas diferentes del autor de la propuesta y del propio Papa, y al servicio de éste. Tenemos entonces que el Papa conoció, y posiblemente consintió personalmente la propuesta con antelación una vez que se propuso y se estudió por parte de a quien competiese, pero eso es muy diferente de atribuirle ser el promotor de la misma, como se ha dado por supuesto desde determinados ámbitos. De hecho, no hay noticia de que en el año 1999 hiciese lo mismo en la cárcel de Devoto de su país natal.

Aunque el gesto haya resultado bello, no por ello ha de dejarse de señalar el defecto, pero los actores secundarios que habitualmente permanecen ocultos al gran público en las bambalinas vaticanas han quedado esta vez al descubierto parcialmente, y sin duda muchas veces habrán sido los verdaderos responsables de ciertas actuaciones difíciles de comprender en los Pontífices de las últimas décadas, lo que debe llevar a reflexionar sobre quiénes manejan realmente los hilos de la vida de la Iglesia, empezando por la insólita renuncia pontificia aún interrogándonos desde Castel Gandolfo.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Test para determinados especímenes que se hacen llamar "tradicionalistas".



Antiguamente llamado examen de conciencia o ejercitatorio de la vida espiritual

1) ¿Es válida una confesión sin estola?
2) ¿Es herético un discurso pronunciado sin muceta?
3) ¿Enseñas al que no sabe?
4) ¿Es más eficaz una bendición impartida desde la silla gestatoria o desde el papamóvil?
5) ¿Visitas y cuidas a enfermos?
6) ¿Confirma a los hermanos mejor el Papa desde una tarima elevada o a ras de suelo?
7) ¿Vas a visitar a presos?
8) ¿Un Papa sin tiara es Papa o no es Papa?
9) ¿Rezas por los que te persiguen y calumnian?
10) ¿Qué parte de tus ganancias das a la Iglesia?
11) ¿Es más importante corregir el uso de la muceta o consolar a un hermano?
12) ¿Sobre qué cuestiones anteriores crees que te preguntará Cristo el Día del Juicio Final?
13) ¿Te ha parecido populista este examen?

miércoles, 20 de marzo de 2013

Tradicionalismo reset



Annuntio vobis gaudium magnum;
habemus Papam!:
Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum,
Dominum Georgium Marium
Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Bergoglio
qui sibi nomen imposuit Franciscum

Nada más escuchar estas palabras del Cardenal Protodiácono quedé bloqueado y atávicos miedos treparon sinuosos hasta dibujar en mi mente inquietantes fantasmas mezclados con oscuros presagios largamente anunciados. La perpleja aprensión crecía a medida que aquél hombre vestido de blanco, que también apareció algo perplejo ante el pueblo, iba dispensando gestos sin precedentes: aparición sin atributos papales, elección de un nombre inédito, petición de oraciones por él al pueblo, extravagantes gestos calificados de populistas... Los antecedentes conocidos del Cardenal Jorge Mario no ayudaban a disipar los recelos.

Nada habíamos publicado a la espera de los acontecimientos.

Hoy estamos ante un Papa que en su primera homilía habló de elegir entre Cristo o el mundo, que alertó contra el peligro de convertir a la Iglesia en una ONG, que citó a Leon Bloy, que puso la Cruz ante los ojos del orbe cristiano como condición necesaria para ser católico, y que, sin olvidar el respeto por la Creación, por encima de todo y todos pone a los pobres y los enfermos. En la Misa Pro Ecclesia con los Cardenales electores, en la Audiencia con el Sacro Colegio Cardenalicio, en la audiencia con los representantes de los medios de comunicación y en la Misa Pro Eligendo Pontifice el tono ha sido el mismo, siempre con sitial de honor para los pobres y enfermos, y demostrado con hechos, no con meras palabras.

Inmediatamente, desde algunos blogs tradicionalistas se multiplicaron los rumores sobre supuestas acciones censurables de Francisco, acentuadas por su descuido de la mitra, la muceta, el roquete, el estolón, el sobrepelliz, los zapatos, la Cruz pectoral o el Anillo del Pescador. Todo ello, junto a la alegre bienvenida dispensada por personajes como Leonardo Boff se tiene por prueba de su indudable heterodoxia y de la segura ruina espiritual de su pontificado. Los más osados incluso declaran no reconocerle como Papa legítimo.

Sabido es que la Tradición es una de las fuentes de la Revelación, y aún más, es su fuente primordial. Un cuerpo aparte lo forman las tradiciones teológicas, disciplinares, litúrgicas o devocionales nacidas con el transcurso del tiempo en las iglesias locales, que constituyen formas particulares en las que la gran Tradición recibe formas adaptadas a los diversos lugares y épocas. Estas tradiciones hallan sentido a la luz de la primera, bajo cuya luz pueden ser mantenidas, enriquecidas o abandonadas bajo la guía del Magisterio.

El tradicionalismo surge y tiene su razón de ser como reacción ante la revuelta de la Revolución, que en su furibundo carácter anticrístico buscó crear un presente ateístico sin relación con el pasado, borrando cualquier vestigio de vinculación del presente con el pasado de las naciones cristianas de Occidente. En su empeño alcanzó con sus zarpazos a la propia Iglesia, en la cual su obra se ha hecho visible con la destrucción de muchos de sus signos y símbolos públicos, con la solapada colaboración de los demoledores internos. Es, pues, un fenómeno coyuntural, que surge como movimiento defensivo ante el ataque violento del enemigo, y que en el ámbito eclesial se ha traducido en la celosa vigilancia en la salvaguarda de signos y símbolos que han tenido larga vigencia en la Iglesia.

Por eso así hablaba el Santo, el que dice la Verdad, el que posee la llave de David, el que abre y nadie puede cerrar, a la Iglesia de Filadelfia: «Yo conozco tus obras (...) a pesar de tu debilidad, has cumplido mi Palabra sin renegar de mi Nombre. Ya que has cumplido mi consigna de ser constante, yo también te preservaré en la hora de la tribulación, que ha de venir sobre el mundo entero para poner a prueba a todos los habitantes de la tierra. Yo volveré pronto: conserva firmemente lo que ya posees, para que nadie pueda arrebatarte la corona” (Ap., 3, 7-11). Es la palabra que se dirige a la Iglesia que, en la hora de la desesperación por la restauración total de las cosas, es conminada a a guardar lo recibido con paciencia, en la esperanza del próximo retorno de Cristo.

Ahora aparece un Papa que no hace gran caso de la muceta, el estolón y la tiara, y desde ámbitos tradicionalistas se interpretan tales descuidos como consciente participación en la obra de demolición, anunciando graves catástrofes de seguir en esa línea. Sin embargo, lejos de hacer mella en la Fe del pueblo católico tales cosas, las homilías y los gestos de Francisco llenan de esperanza al pueblo sencillo e invitan al examen de conciencia a quienes le ven y le oyen.

“El mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones” (texto de renuncia de Benedicto XVI), ya no es el de 1789, ni el de 1945, ni el de 1989, y ni siquiera es el del año 2000, y la Revolución ha alcanzado en buena parte sus propósitos, centrando sus esfuerzos desde hace décadas en atacar el núcleo de la Revelación y la Tradición, que ya no es comprendido por el hombre moderno, más que las tradiciones eclesiásticas y litúrgicas que hallan sentido y razón de ser a la luz de la primera. Por ello, el Pontificado de Benedicto XVI se consagró en buena parte a destruir las irracionales filosofías relativistas y nihilistas propias de nuestro tiempo.

La lectura de los acontecimientos del presente nos indica que las tradiciones de la Sede Petrina son importantes, pero no constituyen el frente de batalla, que hace tiempo se desplazó a otros escenarios. Por eso, dice el que es Amén, el Testigo fiel y verídico, el Principio de las obras de Dios, a la iglesia de Laodicea: «Conozco tus obras: no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Por eso, porque eres tibio, te vomitaré de mi boca. Tú andas diciendo: Soy rico, estoy lleno de bienes y no me falta nada. Y no sabes que eres desdichado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. (…) Yo corrijo y comprendo a los que amo. ¡Reanima tu fervor y arrepiéntete!” (Ap. 3, 14-19). Es la Palabra que se dirige a la Iglesia vacilante y que, por haber olvidado su primer amor, está en trance de ser vomitada por el Señor, y cuyos trazos podemos reconocer fácilmente en la Iglesia del presente.

Esta rápida lectura no es compartida, sin embargo, por amplios sectores “tradicionalistas”, que hacen depender la legitimidad de Francisco de su pulcro respeto a las tradiciones eclesiásticas de la Sede Apostólica. En ese sentido, una omisión, una falta o una prescindencia son consideradas definitivas por estos sectores, sin que, sin embargo, apliquen el mismo rasero a los miembros más “tradicionalistas” de la Curia, ni al predecesor inmediato del actual Pontífice, ni tampoco a los anteriores.

Porque, ¿por qué y en qué medida ha de ser calificado de desastre prescindir de la muceta o la opción por un Anillo de plata, y no debe serlo el olvido de la capa magna? ¿Olvidar el estolón es indicio de segura ruina, pero relegar el capelo cardenalicio no lo es?

¿Por qué nadie lamenta el abandono del número de 33 botones de la sotana cardenalicia, en recuerdo de la edad de Cristo, que pasó a 24? ¿Por qué está bien que el orden diaconal, presbiteral y episcopal del Colegio Cardenalicio sea el que elija el Sumo Pontífice, y no solamente el orden episcopal, como estableció el Decreto In Nomine Domini en 1059? ¿Por qué puede incrementarse ilimitadamente el número de Cardenales, y no se respeta el número de 7, 18, 24, 40, 70, ó 120, como en el pasado, que en ocasiones estaba transido de un importante simbolismo?

¿Por qué se reputa por traición la omisión de la tiara por parte de Francisco, pero no por parte de Benedicto?

¿Fue bueno o malo que Pablo VI aboliese el privilegio de que en España, Austria y Portugal fuese un gobernante civil el que impusiese la birreta al Cardenal elegido?

La razón de esta reacción parece estar más en la persona de Bergoglio que en sus hechos y palabras objetivamente considerados.

Es evidente que, o esas corrientes tradicionalistas se resetean a sí mismas para repensar su papel en la batalla que presenta la Iglesia interpretando correctamente los signos de los tiempos, o acabarán tomando tintes caricaturescos, como ya aparece en buena parte de las críticas lanzadas hasta el momento. Desde esta humilde casa, desde luego, prestamos pleno acatamiento a Francisco, como a todos los Pontífices anteriores.

lunes, 18 de marzo de 2013

Se esperaba un príncipe y llegó un cura con los zapatos gastados

Estas palabras las publicamos en los blogs The Wanderer e Infocaótica a modo de comentario. Ahora las subimos a este ciber rincón.


A mi lo que me está frustrando es la reacción tradicionalista habitual, empezando por mi mismo en un primer momento.

El Papa Francisco no es muy solemne, ni elegante. Como cardendal fue ecumenista hasta el exceso y sus Misas son pobretonas. Bien, ¿pero es eso suficiente para dudar de sus buenos actos? Ahora en la red muchos tradicionalistas se dedican a llamar farsante a un cardenal porque vive pobre y se junta con los pobres. ¿De qué desconfiamos, de que no oficia Misa tradicional o de que se junta con los parias? ¿No nos producirán en realidad rechazo tanto su falta de tradicionalismo como su empatía con los descastados?

Circula por la red un mensaje de un religioso que conoció curas a sus órdenes, y que le agradecen su misericordia en momentos difíciles, su cercanía cuando más lo necesitaban. Dios quiera que nos mande curas así, porque no los hay. El mejor cura hoy administra bien sacramentos y dirección espiritual, pero no "persigue" a los fieles para interesarse por ellos. Esperan sentados en el confesionario o la sacristía. Sin embargo, los comentarios en los diferentes blogs tradicionalistas son del tenor, "es un farsante", "su caridad y humildad son impostadas". ¿Y si los farsantes somos nosotros por obcecarnos desde nuestro pequeño pedestal en defender la Tradición sin mojarnos con el barro?

Bergoglio no es -al menos que sepamos- un santo. Me da la sensación de un personaje un tanto estridente, que va por libre, algo neuras. Pero por lo que cuentan y por lo que él mismo dice, va por libre para lo bueno y para lo malo, y se planta como igual ante cualquiera, sea cardenal o cartonero. A lo mejor esperábamos un príncipe que pusiera orden desde un trono y resulta que nos mandan un hombre normal que se sabe hermanado con reyes y mendigos. ¿No será eso lo que nos escuece?

La muceta, la silla gestatoria, todo eso, dudo que a Dios le quite el sueño. El sólo necesitó un manto de una pieza y su Palabra. Franciso parece que va a hablar claro: "cuándo no se reza a Dios se reza a la mundanidad del Demonio". ¿Hacía cuanto que un Papa no hablaba tan claro públicamente? O Cristo o Satanás.

El susto inicial fue normal, porque juzgamos a los "salvadores" potenciales de la Iglesia por sus ideas, por su cuidado litúrgico, por cuántas Misas tradicionales han oficiando, por si han usado capa cardenalicia... Pero llega un tipo empapado de barrio, sentándose a comer con mendigos y decimos:"¿¿Éste??" Y a lo mejor éste es simplemente el más humano de todos, el más de carne y hueso mientras los demás flotamos en la teología.

Sigo creyendo en la defensa de la Tradición, pero se me está pinchando la burbuja tradicionalista.

sábado, 2 de marzo de 2013

La Nueva Evangelización

Juan Pablo II, ante un mundo desolado espiritualmente, apremió a los católicos a emprender una nueva evangelización. Ésta no sería nueva por su contenido, como si el Evangelio hubiera cambiado, si no por los modos ante una sociedad tan diferente a la, que en otro tiempo y sobre este mismo suelo, habitó la Cristiandad.
El término lo emplean habitualmente en la Jerarquía, casi como una tarea pendiente, un camino que está en continuo esbozo. Incluso existe un consejo pontificio para la nueva evangelización.
¿Pero en qué consiste evangelizar de nuevo una tierra en la que la creencia se ve como dañina y la indiferencia como ética? Hay que reconocer la dificultad de explicar las bondades que vienen de la fe en Dios cuando los que han expulsado a Dios de la sociedad, de las familias y cada vez más de las conciencias, esgrimen conceptos tan humanos como libertad, respeto, solidaridad o dignidad. ¿Será la nueva evangelización afrontar el debate de ideas con modos y expresiones nuevas, con algún tipo de estrategia audaz que desarme dialécticamente el escepticismo?
El entonces cardenal Ratzinger no parecía muy partidario de esta visión en su libro Mirar a Cristo: “La conversión del mundo antiguo al Cristianismo no fue el resultado de una actividad planificada, sino el fruto de la prueba de la vida de la fe en el mundo, tal como se hacía visible en la vida de los cristianos y en la comunidad de la Iglesia […] La apostasía de la vida moderna se basa en la caída de la verificación de la fe en la vida de los cristianos. […] La nueva evangelización, de la que tan urgente necesidad tenemos hoy, no se realizará con teorías astutamente escogidas: el catastrófico fracaso de la catequesis moderna resulta hasta evidente en exceso”.
¿Qué se puede hacer entonces para llevar a cabo la nueva evangelización? Las palabras de Ratzinger apuntan a una mayor coherencia de la vida del cristiano, no a emprender tácticas nuevas con un lenguaje actualizado.
 Pero, ¿qué supone esa mayor coherencia? ¿Pasará por una mayor autoexigencia de los cristianos, un mayor rigor y esfuerzo en el cumplimiento de la piedad y los mandamientos? La vedad es que a Benedicto XVI nunca le han atraído los esfuerzos sobrehumanos, sino los individuos y las comunidades que, simplemente, se dejan llevar por Dios.
Todavía no hay nadie que haya redactado una especie de hoja de ruta definitiva para la nueva evangelización, pero quizá ésta sea tan sencilla como lo que decía Santa Teresita de Lisieux en Historia de un alma:
“He aquí todo lo que Jesús exige de nosotros. No tiene necesidad alguna de nuestras obras, sino solamente de nuestro amor. Porque ese mismo Dios que declara no tener necesidad de decirnos si tiene hambre, no vacila en mendigar un poco de agua a la samaritana. Tenía sed, pero al decir “dame de beber”, era el amor de su pobre criatura lo que el Creador del universo reclamaba. Tenía sed de amor. ¡Ah! Como me doy cuenta, más que nunca, de que Jesús está sediento. Entre los discípulos del mundo sólo halla ingratos e indiferentes, y entre sus discípulos encuentra, ay, pocos corazones que se entreguen a él sin reserva, que comprendan toda la ternura de su amor infinito”.
Quién sabe si la nueva evangelización supone, simplemente, dejarnos querer más por Dios. Como la samaritana, que sobrecogida al descubrir que Jesús la amaba, hasta se olvidó de recoger agua y fue corriendo a anunciar al Mesías.

sábado, 23 de febrero de 2013

¿Y si ha roto la baraja?



¿Por qué Benedicto XVI ha renunciado de un día para otro? Siendo hombre de gran paciencia, ¿qué razón tenía para anunciar su abdicación con sólo dos semanas de antelación? ¿Por qué y para qué propiciar un cónclave con tanta prisa?
Podríamos pensar que ha tomado la decisión precipitadamente ante un peligro inminente. Sin duda, algún riesgo hay porque él mismo dice que su renuncia es para el bien de la Iglesia ante los peligros que hoy en día acechan a la vida de la fe. Pero también nos ha dicho que este paso llevaba mucho tiempo meditándolo. Y, desde luego, no encaja en su personalidad que una elección tan grave la adopte en unas pocas semanas.
Sabemos que le preocupaba el hecho de envejecer, de quedar medio inútil para el cargo. Esto ha pasado con más Papas, pero a él le horrorizaba no poder manejar el timón, como posiblemente ya le estaba ocurriendo. Y si le cuesta controlar el timón, otros son los que le “ayudan” a llevarlo. Pero él nos ha dicho que hace falta un Papa fuerte. Es decir, un capitán que sea el que lleve el timón sin la “ayuda” que él, de un manotazo, ha rechazado al renunciar al Papado.
Es una hipótesis, o mejor, una intuición, pero en el aire ha quedado la sensación de que Benedicto XVI ha quebrado un juego, una red de “ayudas” para pilotar la nave de Pedro que, parece, no le gustaba. Lo ha hecho tras meditarlo largamente, pero sin previo aviso, casi sacándose de la chistera un cónclave que nadie esperaba. Pero es que nadie ha sido capaz de comprender la audacia y libertad interior de este hombre.
Y en esas estamos, a la espera de un cónclave sorpresa en el que, por cierto, Ratzinger tendrá mucho que ver, ya que de los cardenales electores 67 los ha nombrado él mismo. Sería difícil negar que desde el primer día de su Pontificado estuvo preparando el cónclave de su sucesor. Y ahora, sin previo aviso, llega el momento de buscar al capitán que con firmeza tome el timón sin que los “lobos”, que tanto temía Ratzinger, desbaraten la jugada.

viernes, 15 de febrero de 2013

Pastando plácidamente



Juan Pablo II va camino de ser canonizado, entre otras cosas por su valor y sacrificio al agonizar públicamente en los últimos años de su Pontificado. Es verdad que durante su papado se encubrieron miles de abusos sexuales a menores, pero es un pequeño detalle que no importa demasiado al establishment curial y clerical para elevarlo a los altares cuanto antes.

Benedicto XVI renuncia a culminar su pontificado por verse mayor y los mismos voceros, clérigos o laicos, lo aplauden desaforadamente por su sentido de la prudencia ante un acto que, en sus detalles, es único en la Historia de la Iglesia.

Pasados los días se comprueba que el principal problema de la renuncia de Benedicto no es tanto ésta, como el páramo que había bajo sus pies. Dos Papas loados y aplaudidos (con sólo ocho años de diferencia) por dos actos contrarios y opuestos.

 El católico de hoy ha aniquilado su propio juicio. No quiera Dios que mañana un Papa condene el chorizo frito con patatas porque el católico al uso lo aplaudirá a rabiar hasta hacerse vegetariano y los demás seremos calificados de progres, carcas o las dos cosas a la vez. Al católico de hoy le da igual lo que le echen: acepta todo lo que venga de arriba, no porque Roma sea garante de la Fe y la Tradición, sino porque ve en Roma la única fuente de la Revelación y toda verdad inapelable.

Posiblemente sólo en el futuro se entenderá la decisión de Benedicto XVI. Quizá se vió incapaz de gobernar a los lobos que se devoran entre sí dentro de la Curia y el episcopado, y cuyas dentelladas van minando la unidad de la Iglesia, unidad rasgada que tanto ha lamentado públicamente el Santo Padre. Ya nos dijo nada más ser elegido Sumo Pontífice que rezáramos para que no huyera de los lobos. Quizá sólo abdicó porque pensaba que su edad era un obsátaculo insalvable. En todo caso, al menos tomó la decisión desde la libertad de espíritu que siempre le caracterizó. Justo lo contrario que el católico 'ortodoxo' medio que le jalea lo contrario que aplaudía en Juan Pablo II. La paradoja es que el establishment oficial ha sacralizado tanto la figura del Papa que hasta asume como normal, sin chistar, cualquier acto de desacralización por parte del propio Papa.

Lo más chocante de la decisión de Ratzinger es el frío conformismo con el que ha sido acogida, esa sequedad espiritual que reprime hasta el más natural sentimiento de asombro y de escándalo. Como si hubiera anunciado que cuelga los guantes un boxeador veterano. Pero no puede escapar a nadie que aquí hay un drama latente. Han querido obviar que en su anuncio Benedicto XVI ha relacionado sus menguadas capacidades con el momento histórico que acecha la vida de la fe. El católico al uso se queda con la versión más cómoda: el Papa se jubila porque está cansado. Pero él nos ha dicho que no lo hace porque quiera retirarse, sino porque se ve incapaz de gobernar la barca de Pedro cuando más arrecia la tempestad. No es precisamente una jubilación: se retira porque ve que bajo su gobierno el rebaño es pasto de los lobos cuando éstos están más desatados. Pero el rebaño, tan plácido, le desea feliz jubilación al abuelo de la familia.

Espeluznante.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Un mensaje de alerta


Ningún día mejor que hoy, Miércoles de Ceniza, día de ayuno y oración, para ponerse frente a la pregunta:¿Qué ha podido llevar al Papa a resignar la mitra y rendir el báculo? Todo fiel debería afrontar así este acontecimiento excepcional en toda la Historia de la Iglesia. 
Las renuncias o abdicaciones de Pontífices han sido completamente excepcionales, y todas se han producido debido a circunstancias críticas que con el acto decisivo finalmente han llevado la consternación a toda la Iglesia.

Repasemos nuestra propia Historia:

San Ponciano
Las fuentes históricas sobre la vida de este papa escasean. Sucedió a Urbano I el 21 de julio del año 230. En el año 235, accedió a la jefatura del imperio romano Maximino el Tracio, que desató una persecución por la que Ponciano fue desterrado a la isla de Cerdeña, muriendo allí finalmente en el 236, quizás martirizado. Antes de su muerte, aunque no se sabe cuánto tiempo exactamente (acaso el 27 ó 28 de septiembre del 235), renunció al pontificado con la intención de despejar el camino para la elección de otro papa, aunque, no hay consenso en aceptar esta renuncia como un hecho seguro.

Marcelino
Después de sacrificar a los dioses por instigación del Emperador en el 304, las fuentes históricas no dejan claro si Marcelino abdicó o fue depuesto.

San Silverio
Fue elegido papa probablemente el 1º o el 8 de junio del año 536 y murió en el 537, quizá el 2 de diciembre. La emperatriz Teodora, esposa de Justiniano, secuestró a Silverio y proclamó al  diácono Vigilio como Papa. De vuelta a Roma, fue capturado por los partidarios de Vigilio, quienes, con el respaldo de Belisario, leal a Teodora, lo desterraron a la isla de Palmarola, en el Mar Tirreno. No se sabe cómo murió, pero según una cierta corriente historiográfica Silverio se vio forzado a renunciar el año 537, quizá el 11 de noviembre, a unas pocas semanas de su muerte. El Annuario Pontificio per l’anno 2002 acepta la abdicación de Silverio al considerar que el pontificado de Vigilio se legitimó tras la renuncia de aquél. Otros autores consideran a Vigilio como antipapa hasta la muerte de Silverio.

San Martín I
El Papa San Martín fue condenado a muerte por el Emperador Constante II por combatir la herejía monotelita, pero la pena le fue conmutada por la de destierro a Crimea. Fue vejado y maltratado, muriendo olvidado de hambre, frío y pena. Es el último Papa considerado mártir. El Annuario Pontificio per l’anno 2002: dice que parece que no puso objeciones para la elección de su sucesor, San Eugenio I (10 de agosto del 654), lo que implica una renuncia de facto.

Juan XII, León VIII y Benedicto V
Los conflictos entre el Papa Juan XII y el Emperador Otón I desembocaron en una sucesión vertiginosa de Papas y antipapas, en la cual uno de ellos, Benedicto V, elegido por los electores romanos frente al candidato imperial, León VIII, fue forzado a abdicar en Concilio convocado por el Emperador Otón, que lo desterró a Hamburgo.

Benedicto IX y Gregorio VI
El 1 de mayo de 1045 Benedicto IX, víctima de agitados avatares y conjuras políticas provocadas por los Tusculanos, y llenando de escándalo a la Iglesia por llevar él mismo una vida desordenada, abdica en favor de Juan Graciano, su padrino, que fue Gregorio VI. Al año siguiente, en sínodo convocado en Sutri, Gregorio VI también abdicó y se retiró al monasterio de Cluny, siendo elegido Papa Clemente II. Aún en 1048, Benedicto IX se arrepintió de su abdicación, volvió al Solio pontificio y nuevamente abdicó en agosto de 1048, siendo arrojado por el Emperador.

En todos los casos anteriores, existen dudas sobre si las abdicaciones o renuncias lo fueron realmente, o fueron realizadas bajo violencia, o fueron deposiciones forzadas.

Celestino V
En este caso no cabe ninguna duda, y tiene similitudes con la situación provocada por Benedicto XVI. Dos años estuvo vacante la Sede apostólica hasta su provisión en la persona de Pietro di Morrone, un monje que muy pronto se percató de su incapacidad para gobernar la barca de Pedro, de forma que el 13 de diciembre de 1294 abdicó en consistorio (como Benedicto XVI), postrándose y pidiendo perdón por sus errores, rogando a los Cardenales que repararan eligiendo a un digno Sucesor de San Pedro.

La importancia de este caso radica en que fue a partir de este momento en que se recogió en el derecho canónico la posibilidad de renuncia de los pontífices. Él mismo, mediante un decreto, estableció la legitimidad de la renuncia papal y su sucesor, Bonifacio VIII fijó este derecho como perpetuo.

El papa Benedicto XVI rezó ante su tumba en la ciudad italiana de L'Aquila en 2009.

Gregorio XII
Durante la época del Cisma de Occidente, Gregorio XII abdicó en 1415 para poner fin a una Cristiandad con tres Papas.

Pío VII
Según ciertos historiadores, Pío VII (1800-23), antes de partir hacia París para coronar a Napoleón en 1804, había firmado una abdicación del trono papal para ser publicada en caso de ser apresado en Francia.

Ha habido hasta el día de hoy 266 Papas. Como podemos ver, en todos los casos anteriores las abdicaciones o renuncias fueron llevadas a cabo en circunstancias críticas para la Iglesia, determinadas todas ellas, aún en los casos más dudosos, por la concurrencia de amenazas internas o externas que la ponían en peligro. El único caso que difiere es el de San Celestino V, cuya renuncia vino determinada únicamente por su propia incapacidad personal.

Aparte del hecho insólito de la renuncia de Benedicto XVI, es preocupante la pacata reacción de buena parte del mundo católico, sobre todo en España, que, en lugar de profundizar en lo sucedido, se ha limitado a encogerse de hombros y dar las gracias al Papa. 

¿Hubiese sido natural haber tenido como única reacción un agradecimiento y una palmadita en la espada a Ponciano, Marcelino, Martín I, Benedicto IX o Gregorio XI?

Quizás si estuviésemos delante de un incapaz, física o psíquicamente, podría imponerse esta reacción. Pero, ¿es el Papa Benedicto XVI un incapaz?

Es sabido que para ciertos enemigos enconados de la Iglesia todo Pontífice con cierta edad es físicamente incapaz por principio, por lo que debe dimitir, completando así un gesto en consonancia con los tiempos actuales y librándonos de esa forma del penoso espectáculo de una ancianidad impotente para llevar el orbe cristiano sobre los hombros. 

Pues bien, dicho gesto se ha producido, y aunque la renuncia del Papa no se produce por problema alguno de salud, ciertos fieles únicamente aciertan a balbucir una ovina acción de gracias que no penetra en absoluto en lo sucedido.

Un médico familiarizado con el equipo que atiende al Papa declaró el lunes a The Associated Press que el Pontífice no tiene ninguna enfermedad que amenace su vida. Pero agregó que, como muchos otros hombres de su edad, ha sufrido problemas de la próstata. Más allá de eso, el Papa está sencillamente viejo y cansado, dijo el médico a condición de no ser identificado.

¿Tiene el Papa Benedicto XVI algún tipo de incapacidad mental o psicológica?

Solamente el atrevimiento de semejante pregunta deja en evidencia a quien la formule, estando ante uno de los más grandes y esclarecidos teólogos del siglo XXI.

El texto de la renuncia es éste:

"Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino.

Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza  espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y  palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones  y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para  gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario  también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en  los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue  encomendado".
Los motivos aducidos son tan prosaicos que han de inducirnos a pensar que existe alguna otra motivación de carácter reservado que el Papa no ha querido hacer pública.

Sólo existen dos posibles alternativas: o el Papa es un irresponsable que simplemente, ha huído allí donde ninguno de los 265 papas anteriores lo ha hecho (Celestino V no huyó, sino que reconoció su incapacidad y pidió perdón en público consistorio por su pontificado y por su gesto), o la Iglesia de 2013 está realmente en una situación crítica que ha llevado al Papa a tomar esta determinación.

Joseph Ratzinger podrá ser cualquier cosa, menos irresponsable y cobarde. Se trata del Papa que ha levantado la excomunión a los cuatro Obispos de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, que ha publicado, con la abierta o solapada oposición de la gran mayoría del Episcopado mundial y de una buena parte de los fieles, el Motu Proprio Summorum Pontificum con la intención de devolver al rito romano tal cual fue celebrado inmemorialmente por la Iglesia el lugar que le fue arrebatado. El Papa que ordenó el cambio en los libros litúrgicos oficiales de todas las Conferencias Episcopales del mundo del "por muchos" por el "por todos". El Papa que ha puesto en cuarentena una "nueva realidad eclesial" como el Camino Neocatecumenal, mediante la orden tajante de cambiar su particular rito de la Misa e integrarse en la vida parroquial ordinaria. El Papa que fue a Turquía y que rescató la crítica de Manuel II Paleólogo a la doctrina de Mahoma, levantando una gigantesca ola de oposición mundial. El que ha tratado de abordar el escándalo de la pederastia en la Iglesia y, a la primera oportunidad presentada, ha retomado el expediente Maciel, interviniendo su instituto religioso y desenmascarando a un personaje al que millones de fieles veneraban como santo en vida. El Papa que ha ordenado investigar los institutos religiosos femeninos en Estados Unidos, que se ha ganado la bofetada cismática de todo el episcopado austríaco y que, siendo perfectamente consciente de sus consecuencias, ha consentido en publicar entrevistas que han levantado una gran polvareda por lo polémico de los temas abordados.

No parece que estemos ante un cobarde.

Queda solamente, pues, la otra alternativa: la Iglesia está realmente en una situación crítica. Sin embargo, para millones de católicos ésta es una realidad inadvertida. De hecho, el mensaje predominante es exactamente el contrario: la Iglesia está asistiendo a una nueva primavera, signo de la cual son las multitudes juveniles que siguen al Papa en sus viajes.

De hecho, un somero análisis de las iniciativas adoptadas por Benedicto XVI nos indica que ha fracasado en todas. Ante el intento de cerrar viejas heridas, la oposición abierta de buena parte del Episcopado. Ante el propósito valiente de recuperar la pureza y la belleza de la liturgia, la abierta desobediencia del Episcopado y los ruines miedos y reticencias del clero diocesano que han frenado su propósito. Ante la dirección de los focos sobre los oscuros sótanos de podredumbre al más alto nivel, la enemiga jurada de sectores enteros de institutos y movimientos religiosos. Ante las órdenes tajantes sobre los necesarios cambios litúrgicos y prácticos del Camino Neocatecumenal, la cínica desobediencia e incluso negación por parte de los portavoces oficiales de dicho movimiento de tales órdenes. Ante las órdenes sobre el cambio del "pro multis", la resistencia de las Conferencias Episcopales, empezando por la española. Ante el abordamiento de temas polémicos en materia moral (asunto del preservativo), la negación por parte de destacadas autoridades académicas de la Doctrina de la Iglesia en materia de vida y familia.

Los protagonistas de estas resistencias y negaciones son los mismos que ahora se prodigan agradeciendo al Papa los servicios prestados.

Es claro que Benedicto XVI se ha visto incapaz de gobernar una nave que está realmente en una situación crítica, pero no debido a ninguna tempestad exterior, sino a causa de la revuelta de la propia tripulación, que, lejos de contribuir al gobierno de la nave, se esfuerza en dirigirla hacia la zona de peligro. De forma que quienes no perciben la situación lo que deben preguntarse es qué papel están desempeñando exactamente en el barco.

Para que sea percibida la emergencia de la situación, el capitán ha resignado el mando.

Su decisión ha sido largamente meditada, pues no en vano desde 2010 ha creado 50 nuevos Cardenales, de los cuales 42 son Cardenales electores.

Benedicto XVI ha dado su último golpe de timón a la nave, en la esperanza de enderezar el rumbo.

Comenzamos la andadura




Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo:

«Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.» (...)

Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo.» (Lc, 19, 1-10)



   Hoy comienza la andadura de esta humilde criatura, que nace sin pretensiones, para decir simplemente aquello que vemos que otros callan, por obedecer a los demonios del miedo, del cálculo, de la comodidad, de la mudez o del fariseísmo. Y todo, desde la sencillez evangélica del que sólo puede abrir su casa y ofrecer sus bienes como respuesta a algo mucho más grande que él.