martes, 9 de julio de 2013

Los mártires prohibidos

Un raro olvido se ha extendido durante demasiado tiempo sobre el Martirologio español, sin precedentes en la Historia de la Iglesia. Cada una de las 6.832 víctimas religiosas contabilizadas (Antonio Montero, "Historia de la persecución religiosa en España, 1936-1939". Madrid, BAC, 1961), así como las no contabilizadas y cada uno de los miles de seglares que alcanzaron la palma imperecedera son un tesoro de gracias que derraman sobre todos los hombres, pero especialmente sobre nuestra patria, inagotables torrentes espirituales. 

Quizás su olvido tenga relación directa con el estado de postración espiritual de nuestra patria. Olvido que pareciese arrancar desde muy pronto, y que es visible tanto en una proporcionalmente escasa obra literaria al respecto, como en una extraña ausencia en una producción cinematográfica que, aparentemente, gozó de inmejorables condiciones para que pudiesen florecer este tipo de producciones.

Es chocante que sólo en 1992 se reconociese la santidad de nuestros protagonistas, y que hayan tenido que pasar 77 años para que, de la mano de una modesta productora con sede en Ciudad Rodrigo, por primera vez hayamos podido ver rescatada su memoria en la gran pantalla, centrada en el martirio de los 51 afortunados de Barbastro. Sus promotores, según contaba la Revista "Vida Nueva" en febrero de 2013, quedaron conmocionados cuando conocieron su historia en un curso de Comunicación que impartieron en dicha localidad. Dirigida por Pablo Moreno, guión de Juanjo Díaz Polo y bajo el sello de Contracorriente Producciones, la película nos muestra a la Comunidad Claretiana de Barbastro, que el 18 de julio de 1936 acoge a 39 estudiantes seminaristas tras sus muros, confiada en las promesas de un militar pusilánime, y sin posibilidad de huida en una población que se entrega sin lucha a las milicias anarquistas de CNT-FAI.

Las deficiencias inherentes a una producción modesta de este tipo se concentran sobre todo en su primer tercio, que hacen principiar una cierta impaciencia en el espectador, pero a partir de ese momento la escenografía, la fotografía, el ritmo de la cinta, la interpretación, van ascendiendo, hasta culminar en su último tercio en momentos que no dudamos en calificar de extraordinarios, y que no recordamos haber visto nunca ni en el cine español, ni en el occidental, en general (si alguien nos puede indicar alguna película similar, se lo agradeceremos).

La caracterización de los personajes es buena, siendo en nuestra opinión la mejor conseguida la de los milicianos de la FAI, y quedando impreso en el espectador de forma imborrable el proceso de paulatina, serena, y finalmente alegre y heróica aceptación del destino colectivo de los 39 jóvenes seminaristas, que golpea profundamente a todo aquel que se quiera dejar golpear.

No queremos detallar el contenido concreto de la película, para que cada uno descubra por sí mismo la historia oculta de los mártires prohibidos, que de forma clarividente consiguieron ver el sentido de su sacrificio, sino solamente decir que cualquier católico español debería verla sin dudarlo, no sólo por su valor cinematográfico, sino sobre todo por su valor espiritual. Por fin alguien ha llevado al cine los acontecimientos que regaron el suelo español de mártires en 1936, por lo que transmitimos a Contracorriente Producciones nuestro agradecimiento y enhorabuena, esperando que esto sea sólo el principio del rescate de nuestra memoria olvidada.

Nos extraña sobremanera no haber visto muchos ni grandes elogios a esta cinta en los medios eclesiales, que esperamos sean solamente derivados de su aún reciente estreno.

Cerramos, como no puede ser de otra manera, enumerando a los héroes bienaventurados y brindando por ellos, como hace en un momento culminante de la cinta el líder del Comité Anarquista de Barbastro (http://www.martiresdebarbastro.org/es/quienes-fueron.html):

Monseñor Florentino Asensio, Obispo.
Felipe de Jesús Munárriz, 
José Amorós, 
José Badía, 
Juan Baixeras, 
Javier L. Bandrés, 
José Blasco, 
José Brengaret, 
Rafael Briega, 
Manuel Buil, 
Antolín Calvo, 
Sebastián Calvo, 
Tomás Capdevila, 
Esteban Casadeval, 
Francisco Castán, 
Wenceslao Claris, 
Eusebio Codina, 
Juan Codinach, 
Pedro Cunill, 
Gregorio Chirivas, 
Antonio Dalmau, 
Juan Díaz, 
Juan Echarri, 
Luis Escalé, 
José Falgarona, 
José Figuero, 
Pedro García, 
Ramón Illa, 
Luis Lladó, 
Hilario Llorente, 
Manuel Martínez, 
Luis Masferrer, 
Miguel Masip, 
Alfonso Miquel, 
Ramón Novich, 
José Ormo, 
Secundino Ortega, 
José Pavón, 
Faustino Pérez, 
Leoncio Pérez, 
Salvador Pigem, 
Sebastián Riera, 
Eduardo Ripoll, 
José Ros, 
Francisco Roura, 
Teodoro Ruiz de Larrinaga, 
Juan Sánchez, 
Nicasio Sierra, 
Alfonso Sorribes, 
Manuel Torras, 
Atanasio Viadaurreta 
y Agustín Viela.

Rogad por nosotros, rogad por España.

Y a nuestros amigos argentinos decirles que fue gracias a dos seminaristas de Barbastro que fueron puestos en libertad por tratarse de ciudadanos súbditos argentinos que el testimonio de lo sucedido llegó a Roma y se difundió por el orbe cristiano: Atilio-Cecilio Parussini Sof, natural de Rosario, Santa Fe, de 22 años, y Pablo Hall Fritz, natural de Cuatraché, de 25 años. Esperamos que algún día puedan verla también.

lunes, 27 de mayo de 2013

Parece que sin muceta también se puede ejercer la autoridad petrina

¿Qué es más importante, que un Papa lleve muceta o que ejerza su autoridad petrina? Los cuatro últimos papas anteriores a Francisco llevaban muceta, pero sólo excomulgaron a los lefebvrianos. Ahora Roma, con un Papa desmucetado, ha instado a un Obispo a apartar a un sacerdote de la comunión de la Iglesia por ser masón (Ver noticia: Párroco francés excomulgado por ser masón). Llama la atención que el hecho pase tan desapercibido para aquellos tradicionalistas que miran con lupa lo que hace el Papa Francisco en busca de cualquier detalle digno de su menosprecio.

Parece fácil fijarse en los ornamentos que lleva Francisco o en sus homilías en Santa Marta para afearle su falta de solemnidad. Lo que no parece fácil, si no muy difícil, es ignorar el hecho de que, al fin, un cura masón sea apartado de su ministerio y de la comunión eclesial. Sí, realmente tiene mérito fijarse en los zapatos y no ver hacia donde se dirige el báculo.

domingo, 7 de abril de 2013

Papolatrías


El mayor mal que corroe y amenaza a la fe católica hoy día es la “exterioridad”, el mismo mal al que sucumbió la Sinagoga. P. Leonardo Castellani.
Hace unos años, cuando Benedicto XVI visitó España para clausurar en Valencia el Encuentro Mundial de las Familias, entrevistaron en televisión a una fiel que, entusiasmada, asistía al acto:
-        ¿Qué significa para usted el Papa?
-        Es Dios en la tierra.
Evidentemente, la bienintencionada respuesta de la mujer era un disparate. El Papa no es Dios, ni tampoco un semidios. Es un ser humano, de carne y hueso, al que se le encomienda la tarea de representar a Dios para confirmar en la fe a sus hermanos y gobernar la Iglesia. Sabemos que será asistido desde Arriba para guardar y enseñar la fe y sus mandamientos, y que contamos con su infalibilidad para ello en unas condiciones muy concretas. Pero el resto de su gobierno y decisiones no son infalibles. Por eso, la reciente obsesión por ver al Papa como un ser perfecto en sus hechos es tan perjudicial: por irreal. Desde esta perspectiva se tiende a ver cada gesto y palabra suyo, por superficial que sea, como un acto infalible. En el fondo le están exigiendo al Sumo Pontífice que sea poco menos que un ángel, lo que acaba justificando todo error que pueda cometer el Papa. Confunden la infalibilidad papal cuando el Romano Pontífice habla ex cathedra para enseñar a los fieles o defender una verdad de fe, con la indefectibilidad en cada momento de un superhéroe, cuando el Papa no es un supermán. Que se lo digan a San Pedro, tan fiero y frágil a la vez. Es decir, tan humano.
Ahora bien, entre los autodenominados tradicionalistas, los más críticos con esta papolatría, hay una tendencia que parece exigirle al Papa la misma capacidad de actuar de manera perfecta e inmaculada. En este caso no ven cada palabra y gesto suyo como infalible, sino que le exigen tal perfección en las cosas accidentales a su cargo que, cuando se equivoca, o simplemente no actúa acorde a sus gustos, ya es visto como sospechoso de heterodoxia. El fondo resulta, irónicamente, el mismo que el de sus denostados papólatras: el Papa tiene que actuar de manera indefectible siempre, nunca se ha de equivocar ni en lo que Dios mismo le permite equivocarse. La diferencia es que los primeros deciden ponerse una venda en los ojos y aceptar cada hecho que venga de Roma como perfecto, mientras los tradicionalistas ven tambalearse la Iglesia y la promesa de Cristo a Pedro porque su Sucesor meta la pata en lo que no tiene garantizada la infalibilidad o, simplemente, no haga lo que ellos consideran que debe hacer. El Papa es perfecto, asumen unos; el Papa debe ser perfecto, pretenden los otros.
Resulta que el Papa Francisco, como sus predecesores, es humano. Y encima argentino, que es el colmo de la humanidad. Así que, dentro de lo que pueda doler, cometerá errores en aquello que no atañe a la salvaguarda de la fe. Alguno posiblemente ha cometido ya, como en el famoso lavatorio de los pies a dos mujeres y una musulmana en Semana Santa, con la añadida explicación cogida con alfileres de Lombardi.
Sin embargo, nadie puede decir que Francisco haya enseñado hasta ahora una falsa doctrina, que haya deformado la fe o el mensaje de Jesucristo. Al contrario, ha supuesto una ráfaga de aire fresco su acento en la infinita Misericordia Divina, en la caridad al prójimo, especialmente los más débiles y necesitados, así como su cercanía al pueblo sencillo o su recuerdo a los cardenales de que quien no reza a Dios reza al Demonio.
Lo chocante es que ciertos tradicionalistas se le hayan echado encima porque saliera a la logia de San Pedro sin muceta, porque no vive en los apartamentos pontificios, porque la liturgia en sus Misas no está tan cuidada como con Benedicto, porque el pectoral que lleva no es de oro… Es decir, porque no hace acopio de determinados gestos y símbolos, lo cual, según los tradicionalistas, desvelaría un mal fondo, una impostura. Más curioso aún resulta que ante sus impecables homilías en Semana Santa éstos mismos guarden silencio, aunque raudos acudieran a menospreciar sus apuntes del discurso que dio en el precónclave. El afán de agarrarse a los símbolos y ciertas costumbres se queda mudo cuando el Santo Padre habla como nos habla el Evangelio. ¿Será que sus discursos y sermones no pueden ser merecedores de aprecio mientras no cumpla con las tradiciones menores y los signos externos que ha dado de lado? ¿Desde cuándo esos símbolos exteriores son la prueba de que el Vicario de Cristo enseña la Verdad? Si el tradicionalismo consiste en esta actitud, cabe preguntar qué es la Tradición para los tradicionalistas. Cuando menos resulta enigmático.
En este sentido, son muy sugerentes algunas palabras del Papa Francisco en la homilía de la Vigilia Pascual:
 A menudo la novedad nos da miedo, también la novedad que Dios nos trae, la novedad que Dios nos pide. Somos como los Apóstoles del Evangelio: muchas veces preferimos mantener nuestras seguridades, pararnos ante una tumba, pensando en el difunto (…). Tenemos miedo de las sorpresas de Dios.
(…) Jesús no está muerto, ha resucitado, es el Viviente (…). Jesús ya no es el pasado, sino que vive en el presente y está proyectado hacia el futuro, Jesús es el “hoy” eterno de Dios.

lunes, 1 de abril de 2013

¡¡Feliz Pascua de Resurrección!!


Resurrexit! 
Aleluia!

Gestos populistas

Han sido numerosas -y en principio justificadas- las reacciones a la celebración de la Santa Misa de Jueves Santo en el Instituto Penal de Menores Casal del Marmo por parte del Papa Francisco. En ella, el Pontífice estuvo acompañado de casi cincuenta jóvenes detenidos, a doce les lavó los pies, en un gesto diríamos que posiblemente inédito en un Papa.

En el Instituto Penal 'Casal del Marmo' viven 46 jóvenes, 35 varones y 11 mujeres. De ellos, ocho son italianos y 38 extranjeros, algunos del norte de África y otros eslavos. El centro cuenta con tres edificios, dos destinados a los varones y uno para las mujeres.

Lo cierto es que cuando era arzobispo de Buenos Aires, el Arzobispo Bergoglio ya llevó a cabo gestos similares. Así, en 1999 lavó los pies a doce reclusos de la Cárcel de Devoto, esta vez todos hombres.

"Quien está en lo más alto debe servir a los otros”, dijo el Papa argentino. “Esto es un símbolo y un gesto: lavar los pies quiere decir que estoy a tu servicio”; “Piensen que con esta ceremonia de lavarse los pies se demuestra que se está dispuesto a ayudar a los demás. Piensen que es como una caricia de Jesús, porque vino para eso, para ayudarnos”.

Inmediatamente aparecieron las críticas, debidas a la patente contravención de las rúbricas del Misal Romano. En él se estipula claramente que para el rito del lavatorio de los pies se designará únicamente a varones, a imitación del Lavatorio de los Doce Apóstoles.

Sin duda la transgresión de las rúbricas del Misal romano en un Pontífice es asunto grave que no debe dejar de señalarse, y hasta aquí estamos de acuerdo (no tanto en las consecuencias que pretenden extraer algunos de la transgresión).

Pero he aquí que el diario peninsular "El  Mundo" dedica el Viernes Santo un espacio en la portada de su edición impresa para comentar el insólito gesto de Francisco, continuado posteriomente en el interior (página 20). En él, descubrimos algo que modifica sensiblemente el juicio objetivo que pueda merecer tal gesto. Y es que la propuesta de lavar los pies a dos chicas no partió del Papa, y ni siquiera del Vaticano, sino del P. Gaetano Terco, responsable de la institución penitenciaria, cuyas declaraciones se recogen en dicho artículo:

"Cuando propusimos que se lavaran los pies a dos chicas, el Vaticano se negó. Luego se les fue pasando..."

(Nota: la cita no es literal por no tener la edición en papel correspondiente al Viernes Santo delante, pero prácticamente lo es tal y como está en mi memoria, y desde luego, el sentido es el indicado).

Así, resulta que la idea fue de iniciativa particular del P. Gaetano, y en su aceptación final podemos suponer razonablemente que intervinieron otras personas diferentes del autor de la propuesta y del propio Papa, y al servicio de éste. Tenemos entonces que el Papa conoció, y posiblemente consintió personalmente la propuesta con antelación una vez que se propuso y se estudió por parte de a quien competiese, pero eso es muy diferente de atribuirle ser el promotor de la misma, como se ha dado por supuesto desde determinados ámbitos. De hecho, no hay noticia de que en el año 1999 hiciese lo mismo en la cárcel de Devoto de su país natal.

Aunque el gesto haya resultado bello, no por ello ha de dejarse de señalar el defecto, pero los actores secundarios que habitualmente permanecen ocultos al gran público en las bambalinas vaticanas han quedado esta vez al descubierto parcialmente, y sin duda muchas veces habrán sido los verdaderos responsables de ciertas actuaciones difíciles de comprender en los Pontífices de las últimas décadas, lo que debe llevar a reflexionar sobre quiénes manejan realmente los hilos de la vida de la Iglesia, empezando por la insólita renuncia pontificia aún interrogándonos desde Castel Gandolfo.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Test para determinados especímenes que se hacen llamar "tradicionalistas".



Antiguamente llamado examen de conciencia o ejercitatorio de la vida espiritual

1) ¿Es válida una confesión sin estola?
2) ¿Es herético un discurso pronunciado sin muceta?
3) ¿Enseñas al que no sabe?
4) ¿Es más eficaz una bendición impartida desde la silla gestatoria o desde el papamóvil?
5) ¿Visitas y cuidas a enfermos?
6) ¿Confirma a los hermanos mejor el Papa desde una tarima elevada o a ras de suelo?
7) ¿Vas a visitar a presos?
8) ¿Un Papa sin tiara es Papa o no es Papa?
9) ¿Rezas por los que te persiguen y calumnian?
10) ¿Qué parte de tus ganancias das a la Iglesia?
11) ¿Es más importante corregir el uso de la muceta o consolar a un hermano?
12) ¿Sobre qué cuestiones anteriores crees que te preguntará Cristo el Día del Juicio Final?
13) ¿Te ha parecido populista este examen?

miércoles, 20 de marzo de 2013

Tradicionalismo reset



Annuntio vobis gaudium magnum;
habemus Papam!:
Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum,
Dominum Georgium Marium
Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Bergoglio
qui sibi nomen imposuit Franciscum

Nada más escuchar estas palabras del Cardenal Protodiácono quedé bloqueado y atávicos miedos treparon sinuosos hasta dibujar en mi mente inquietantes fantasmas mezclados con oscuros presagios largamente anunciados. La perpleja aprensión crecía a medida que aquél hombre vestido de blanco, que también apareció algo perplejo ante el pueblo, iba dispensando gestos sin precedentes: aparición sin atributos papales, elección de un nombre inédito, petición de oraciones por él al pueblo, extravagantes gestos calificados de populistas... Los antecedentes conocidos del Cardenal Jorge Mario no ayudaban a disipar los recelos.

Nada habíamos publicado a la espera de los acontecimientos.

Hoy estamos ante un Papa que en su primera homilía habló de elegir entre Cristo o el mundo, que alertó contra el peligro de convertir a la Iglesia en una ONG, que citó a Leon Bloy, que puso la Cruz ante los ojos del orbe cristiano como condición necesaria para ser católico, y que, sin olvidar el respeto por la Creación, por encima de todo y todos pone a los pobres y los enfermos. En la Misa Pro Ecclesia con los Cardenales electores, en la Audiencia con el Sacro Colegio Cardenalicio, en la audiencia con los representantes de los medios de comunicación y en la Misa Pro Eligendo Pontifice el tono ha sido el mismo, siempre con sitial de honor para los pobres y enfermos, y demostrado con hechos, no con meras palabras.

Inmediatamente, desde algunos blogs tradicionalistas se multiplicaron los rumores sobre supuestas acciones censurables de Francisco, acentuadas por su descuido de la mitra, la muceta, el roquete, el estolón, el sobrepelliz, los zapatos, la Cruz pectoral o el Anillo del Pescador. Todo ello, junto a la alegre bienvenida dispensada por personajes como Leonardo Boff se tiene por prueba de su indudable heterodoxia y de la segura ruina espiritual de su pontificado. Los más osados incluso declaran no reconocerle como Papa legítimo.

Sabido es que la Tradición es una de las fuentes de la Revelación, y aún más, es su fuente primordial. Un cuerpo aparte lo forman las tradiciones teológicas, disciplinares, litúrgicas o devocionales nacidas con el transcurso del tiempo en las iglesias locales, que constituyen formas particulares en las que la gran Tradición recibe formas adaptadas a los diversos lugares y épocas. Estas tradiciones hallan sentido a la luz de la primera, bajo cuya luz pueden ser mantenidas, enriquecidas o abandonadas bajo la guía del Magisterio.

El tradicionalismo surge y tiene su razón de ser como reacción ante la revuelta de la Revolución, que en su furibundo carácter anticrístico buscó crear un presente ateístico sin relación con el pasado, borrando cualquier vestigio de vinculación del presente con el pasado de las naciones cristianas de Occidente. En su empeño alcanzó con sus zarpazos a la propia Iglesia, en la cual su obra se ha hecho visible con la destrucción de muchos de sus signos y símbolos públicos, con la solapada colaboración de los demoledores internos. Es, pues, un fenómeno coyuntural, que surge como movimiento defensivo ante el ataque violento del enemigo, y que en el ámbito eclesial se ha traducido en la celosa vigilancia en la salvaguarda de signos y símbolos que han tenido larga vigencia en la Iglesia.

Por eso así hablaba el Santo, el que dice la Verdad, el que posee la llave de David, el que abre y nadie puede cerrar, a la Iglesia de Filadelfia: «Yo conozco tus obras (...) a pesar de tu debilidad, has cumplido mi Palabra sin renegar de mi Nombre. Ya que has cumplido mi consigna de ser constante, yo también te preservaré en la hora de la tribulación, que ha de venir sobre el mundo entero para poner a prueba a todos los habitantes de la tierra. Yo volveré pronto: conserva firmemente lo que ya posees, para que nadie pueda arrebatarte la corona” (Ap., 3, 7-11). Es la palabra que se dirige a la Iglesia que, en la hora de la desesperación por la restauración total de las cosas, es conminada a a guardar lo recibido con paciencia, en la esperanza del próximo retorno de Cristo.

Ahora aparece un Papa que no hace gran caso de la muceta, el estolón y la tiara, y desde ámbitos tradicionalistas se interpretan tales descuidos como consciente participación en la obra de demolición, anunciando graves catástrofes de seguir en esa línea. Sin embargo, lejos de hacer mella en la Fe del pueblo católico tales cosas, las homilías y los gestos de Francisco llenan de esperanza al pueblo sencillo e invitan al examen de conciencia a quienes le ven y le oyen.

“El mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones” (texto de renuncia de Benedicto XVI), ya no es el de 1789, ni el de 1945, ni el de 1989, y ni siquiera es el del año 2000, y la Revolución ha alcanzado en buena parte sus propósitos, centrando sus esfuerzos desde hace décadas en atacar el núcleo de la Revelación y la Tradición, que ya no es comprendido por el hombre moderno, más que las tradiciones eclesiásticas y litúrgicas que hallan sentido y razón de ser a la luz de la primera. Por ello, el Pontificado de Benedicto XVI se consagró en buena parte a destruir las irracionales filosofías relativistas y nihilistas propias de nuestro tiempo.

La lectura de los acontecimientos del presente nos indica que las tradiciones de la Sede Petrina son importantes, pero no constituyen el frente de batalla, que hace tiempo se desplazó a otros escenarios. Por eso, dice el que es Amén, el Testigo fiel y verídico, el Principio de las obras de Dios, a la iglesia de Laodicea: «Conozco tus obras: no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Por eso, porque eres tibio, te vomitaré de mi boca. Tú andas diciendo: Soy rico, estoy lleno de bienes y no me falta nada. Y no sabes que eres desdichado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. (…) Yo corrijo y comprendo a los que amo. ¡Reanima tu fervor y arrepiéntete!” (Ap. 3, 14-19). Es la Palabra que se dirige a la Iglesia vacilante y que, por haber olvidado su primer amor, está en trance de ser vomitada por el Señor, y cuyos trazos podemos reconocer fácilmente en la Iglesia del presente.

Esta rápida lectura no es compartida, sin embargo, por amplios sectores “tradicionalistas”, que hacen depender la legitimidad de Francisco de su pulcro respeto a las tradiciones eclesiásticas de la Sede Apostólica. En ese sentido, una omisión, una falta o una prescindencia son consideradas definitivas por estos sectores, sin que, sin embargo, apliquen el mismo rasero a los miembros más “tradicionalistas” de la Curia, ni al predecesor inmediato del actual Pontífice, ni tampoco a los anteriores.

Porque, ¿por qué y en qué medida ha de ser calificado de desastre prescindir de la muceta o la opción por un Anillo de plata, y no debe serlo el olvido de la capa magna? ¿Olvidar el estolón es indicio de segura ruina, pero relegar el capelo cardenalicio no lo es?

¿Por qué nadie lamenta el abandono del número de 33 botones de la sotana cardenalicia, en recuerdo de la edad de Cristo, que pasó a 24? ¿Por qué está bien que el orden diaconal, presbiteral y episcopal del Colegio Cardenalicio sea el que elija el Sumo Pontífice, y no solamente el orden episcopal, como estableció el Decreto In Nomine Domini en 1059? ¿Por qué puede incrementarse ilimitadamente el número de Cardenales, y no se respeta el número de 7, 18, 24, 40, 70, ó 120, como en el pasado, que en ocasiones estaba transido de un importante simbolismo?

¿Por qué se reputa por traición la omisión de la tiara por parte de Francisco, pero no por parte de Benedicto?

¿Fue bueno o malo que Pablo VI aboliese el privilegio de que en España, Austria y Portugal fuese un gobernante civil el que impusiese la birreta al Cardenal elegido?

La razón de esta reacción parece estar más en la persona de Bergoglio que en sus hechos y palabras objetivamente considerados.

Es evidente que, o esas corrientes tradicionalistas se resetean a sí mismas para repensar su papel en la batalla que presenta la Iglesia interpretando correctamente los signos de los tiempos, o acabarán tomando tintes caricaturescos, como ya aparece en buena parte de las críticas lanzadas hasta el momento. Desde esta humilde casa, desde luego, prestamos pleno acatamiento a Francisco, como a todos los Pontífices anteriores.